lunes, 23 de febrero de 2009

Rabat - Al Ayún
































Del 18 al 20 de febrero (más o menos)



Te dejas atrapar por el ambiente de contemplación. Estamos en el Ayún. En una terraza de estas de las cafeterías árabes donde todas las sillas miran a la calle. Llevamos pocos días de viaje y muchos kilómetros a la espalda.



En Tánger fue lindo el reencuentro con un viejo amigo. La mañana en la medina, pacífica, perdiéndonos discretamente por las calles. El té a la menta en el café Tingis.
Las inundaciones obligaron a cerrar el tren Tánger Rabat, así que partimos con la CTM.


Rabat está bien cambiada. Me acordé de esa canción de Mercedes Sosa ( o era Violeta Parra?)que dice "cambia todo cambia". No se le puede exigir a una ciudad que permanezca como la recordamos si somos nosotros los primeros que cambiamos. Pero al menos me podían haber respetado el río.


Entre la Kasbah y Salé, pasaban las barquitas que nos llevaban a la playa, a comer pescado. Había una colonia de gaviotas y de pescadores tranquilos. Los emiratíes compraron el paisaje, todo se comercializa... hasta los atardeceres sobre el atlántico en la desembocadura del río.
Las obras ya están en marcha para un resort de lujo y un puerto deportivo. Pero en Rabat siguen las panacherie (los sitios donde uno puede tomar un zumo con todas las frutas imaginables dentro), los hoteles baratos en la medina y el café moro en los Oudaya, aunque ahora se asome a un paisaje un tanto desolado.




En Rabat hubo más reencuentros. Después autobús hasta el Ayún. No quisimos CTM (la compañía "recomendable") cogimos billete con una compañía más barata, teníamos pocas pelas y ganas de marcha. La tuvimos:


Rabat: 14:00 - Marrakesh 22:00


Agadir: 24:00 - Tan Tan: 6:00


Al Ayún: 10:00
El autobús me hacía sentir como en mi casa de Lavapiés: Se puso a llover y por el techo entraba el agua. Nadie se estresó, la gente tapaba las goteras y seguía pensando en sus cosas.
Llegamos a Marrakesh en plena tormenta eléctrica, los relámpagos nos iban iluminando las afueras de la ciudad.
En Tan Tan nos metieron en un taxi colectivo hasta el Ayún. Miguel y yo en el asiento del copiloto. Nuestro conductor, un octogenario saharaoui con la sonrisa más bonita que se pueda tener con solo tres dientes supervivientes en la boca, iba poniendo música y jaleándonos para que bailásemos.
Conseguimos mantener el ritmo mientras Miguel luchaba por cerrar la puerta del coche, en movimiento. Afuera mar, desierto, mar, desierto... y el taxista que añade sin cesar por la ventana escupitajos de toda consistencia ycolor al paisaje. Nos mira, nos sonríe y se hace perdonar.
Llegamos al Ayún: coches de la ONU, gendarmería y militares. La primera impresión es extraña. Hay un pequeño parque con vistas a un vertedero. Las casas están pintadas de rosa y cuidadas. Bastante gente en la calle. Vemos pequeños negocios, mucho tráfico, cabras en algunas calles y ofertas de móviles en los escaparates.
Nos sentamos en un café: nos dejamos llevar por el ambiente de contemplación. Antes de que el ambiente de contemplación nos abduzca hasta un inmovilismo irreversible nos decidimos a buscar un autobús para ir a Dakhla. Y cuscus para comer. Y un pañuelo para que Miguel no se queme el cuello. Y así echamos el día. Preguntando, charlando, buscando, caminando, preguntando, observando.
De fondo suena la oración del viernes. Cantada a varias voces. Cuando acaba la gente sale a tomar las calles. El Ayún se llena. La tarde se vuelve acogedora. Por la noche cogeremos un autobús que nos lleve a Dakhla.

martes, 17 de febrero de 2009

De camino

17-02-2009
Lo lindo son los caminos. El trayecto. Incluso aquel que se hace sin moverse. Los pasos imaginados sobre la tierra que inventamos con la precaria información que tenemos. Hay gente a la que le da escalofríos pasar horas y horas en la carretera. Que quiere llegar. Estamos educados en la tiranía de la llegada, la dictadura de las metas. Pero el viaje realmente es confrontar la mochila. Prescindir de lo prescindible y descubrir lo poco que en realidad necesitas. Y salir al camino.
Como esta mañana, línea 4, línea 5, embajada de Mauritania. Los visados por fin en el pasaporte, línea 6, Méndez Álvaro. El tiempo justo para coger el bus.
La carretera al Sur, afuera las diversas texturas de la tierra, arriba un cielo en movimiento, tráfico de nubes que se pasan la vida caminando en el azul. Coqueterías del paisaje, pústulas urbanísticas, moteles y gasolineras. Y luego el mar.
Otra carrera, otro autobús. Y al final un ferry semidesierto donde críos franceses juegan al escondite. El viento hace de las suyas por el estrecho. Y en Tánger aguarda la casa de un amigo, donde celebrar con gerrouan gris el camino recorrido y el que queda por recorrer.

una enfermedad por extremidad

06-feb-2009

Bueno. Por muy desplanificados que pensemos marchar hacia el Sur había que hacer cosillas serias para que nos permitiesen atravesar determinadas fronteras. La primera de ellas la hemos completado satisfactoriamente esta mañana. Nos hemos vacunado.
Vale. Igual esto no es lo suficientemente relevante para iniciar un blog. Pero para dos aprensivos jeringuillófobos que les metan una aguja en cada extremidad es más duro que atravesar el Sáhara en un tren de los años 30. (En realidad no sabemos aún cómo es la segunda opción, en cuanto pasemos por ello os haremos un estudio comparativo, descuidad).
En algún momento hemos decidido que esto iba a ser un blog medio útil. Por ello, para darle un barniz de pragmatismo a nuestra obra os diré qué enfermedades nos acaban de inocular por las venas:
* fiebre amarilla: esta es obligatoria para Mali, Guinea Bissau, Senegal... e igual en algún país más. Por eso es la única que te cobran. Deduzco.
* tétanos: parece ser que su eficacia es proporcional al dolor de brazo que provoca tras la inyección (la mía durará tres o cuatro décadas)
* hepatitis A: pues una ganga de vacuna: entre esta dosis y una que nos meteremos en seis meses ya estamos libre de hepatitis A para toda la vida, idea que nos alivia mucho, aunque no tengamos ni puta idea de qué es la hepatitis A.
* Meningitis: también muy dolorosa, así que super eficaz. Ésta deja una cardenal en torno al pinchazo que poco a poco va adquiriendo la forma de Senegal... qué curioso.
* Luego están las vacunas que llamaremos orales (porque se consumen por la boca, no porque uno pueda disuadir retóricamente a una enfermedad de contagiarle) estas son las siguientes:
- Lariam: la de la Malaria, se toma semanalmente y tiene muy mala prensa. Consta de un amplio abanico de potenciales efectos secundarios y además no te protege del todo. Sin embargo nos han insistido en que la tomemos, sí que tiene que ser jodida la malaria esa...
- Antitifoida: contra el tifus (lógicamente) te la tomas en tres días alternos y ya no contraes tifus. Con lo que debe de molar volver de África con tifus... en fin habrá que viajar sin glamour...
* Por último están las vacunas que han decidido no ponernos
- Antirrábica: hay que ponérsela con mayor antelación. El médico nos aconsejó que no nos dejásemos morder por ningún bicho. Menos mal que estaba el médico, nuestra intención original era buscar leones y meterles la cabeza en la boca. Ahora ya sabemos que si hacemos eso nos pueden pegar la rabia (a parte de reventarnos la cabeza). Así que si algún viajero tiene una debilidad especial por las mordeduras de animales que se vacune con tiempo.
- Hepatitis B: enfermedad muy chunga de transmisión sexual. El médico nos echó una ojeada de arriba a abajo y dedujo que no estábamos lo suficientemente buenos para ligar durante el viaje. Un poco humillante como momento:
Médico: luego está la hepatitis B, que se transmite con las relaciones sexuales.
(mirada de arriba a abajo)
Médico: bueno, no os la ponemos... (total... no os vais a comer una rosca...*)
* Esto lo añadió mentalmente, pero yo le oí lo mismo.
En fin, con esto cerramos la parte vacunas. En breve pasaremos a la parte visados. Agujas y personal consular... qué haríamos sin ellos...
ya va quedando menos.