sábado, 28 de marzo de 2009

Impresiones del país Dogón VII

Subiendo a Bengemato
Remontamos desde los pies de la falla hacia la meseta, entre imponentes rocas. Sin darnos cuenta nos internamos en un desfiladero. Hay árboles enormes y diversos que se ganan largas miradas de admiración. Bajo sus ramas la tierra está arada en rectángulos. Cultivan tabaco, lechuga y sobretodo cebolla. El olor de la cebolla domina el valle. La gente trabaja en los campos con calma. Atravesamos su jornada hacia unas grandes piedras en imposible equilibrio.
Ahí está el pueblo: casitas de adobe o piedra acopladas sin conflicto sobre las rocas. Tienen techos que son como grandes sombreros de paja. Y atesoran la vista sobre el valle, sobre la piel de piedra de la falla, sobre la planicie arenosa que se pliega en una gran duna, a lo lejos.
Hay grupos de personas que se sientan juntas, pasan plácidamente la mañana. Bajo una roca, a la sombra. Viendo el tiempo pasar, charlando con los vecinos, pensando en sus cosas. Lo mismo que hace toda la gente en todas partes.

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