sábado, 7 de marzo de 2009

Qué de arena

3 de febrero
(sí sí muy rápido no vamos con el blog... de hecho llevamos ya nosecuantos días en Dakar... pero es que lo de la actualización tiene sus cosas...)
Por la mañana tomamos pan y dátiles y nos despedimos de Alí. Le pagamos un jersey y una miseria porque no llegamos a cambiar dinero. Nos dio bastante vergüenza, la verdad. En la carretera, el desierto empezó a adquirir un poco más de glamour. Pero no se parece al que sale en las portadas de los catálogos de las revistas. Comenzó a llover. No se ven casas, solo controles de policía. Cristophe en su papel de Cocodrilo Dundee, vacila a los agentes. En el radiocasette Renaud sigue cantando rumbo al Sur "Société tu m'auras pas", mientras Miguel conduce Cristophe hace los coros. Llevamos escuchando a Renaud todo el camino desde Dakhla, Cristophe tiene toda la discografía. El cantante francés le añadió varios puntos de surrealismo a la subasta del remolque en la frontera. Los mauritanos pujando a gritos y Renaud sonando a todo trapo.
En la que esperamos a Jorge, el hospitalario contacto de Diagonal que nos acogerá en Nouakchott, charlamos con un chico de Guinea Conakry que en su camino hacia Europa recaló en un restaurante marroquí donde lleva dos años trabajando. Mira el mapa de África Occidental que Miguel le tiende con fascinación. Nos hace una disertación sobre la relación entre el asfalto en las carreteras y el grado de desarrollo del país. Con estudio comparativo de los países de la región incluido. Guinea Conakry sale tan bien parada que a mi casi me convece de ir hasta Conakry para llegar a Bamako por una carretera debidamente asfaltada. Aunque tengamos que dar una vuelta de unos 800 km...
Luego Jorge vendrá a recogernos a la Boutique Cous Cous. Nombre que no corresponde a ningún lugar geográfico preciso si no al recuerdo colectivo de algo que una vez estuvo allí. Vamos, que no fue tan fácil encontrar el recuerdo colectivo.
Jorge nos llevará a dar una vuelta por la ciudad. Hay escasas calles asfaltadas, arena de desierto en el lugar de las aceras, una batalla constante de coches que quieren pasar todos al mismo tiempo por los mismos cruces. No hay bancos en los que sentarse, parques por lo que pasear, bares en los que tomar algo, o caulquier sitio de encuentro donde los adolescentes puedan intercambiar miraditas.
Primero vamos a un mercado inmenso donde cientos de personas venden cosas que nadie parece comprar. Después iremos a un hotel que, con sus diez plantas, es con diferencia el edificio más alto del país.
La cafetería ofrece una amplia panorámica de la ciudad. Embajadas, la gran mezquita saudí, casas, coches, casas. Jorge nos habla de su experiencia en Nouakchott, de este país un poco extraño donde los golpes de estado son tan habituales como tranquilos, los políticos y los militares se van pasando así el poder mientras que la población sigue a sus cosas. Vendiendo en mercados donde poca gente compra. O luchando con un desorden de coches para cruzar una calle (asfaltada o no).
Cenamos en el Centro Cultural Francés donde pasan una película. Aparentemente, esa es toda la actividad que uno puede encontrar hoy en la capital de Mauritania. Decidimos seguir lo antes posible hacia el Sur.

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