sábado, 21 de marzo de 2009

Lougaregnos

Hoy cambiamos de ciudad. Pero con calma. Iremos a Louga porque ambos conocemos a alguien que conoce a alguien allí. Y ésta es una razón suficiente aunque aún no hayamos contactado con los conocidos de amigos por los cuales vamos a Louga (suena un poco incomprensible, de hecho lo es) Un autobús nos lleva de la isla a la gare routiere por la misma calle comercial por la que aterrizamos en Saint Louis. Las cosas (los puestos de venta, la gente que va y que viene, los animales y las motos) adquieren una cinematografidad interesante desde la ventana del autobús. Aterrizamos en la gare, toca coger otro sept-places. Solo tenemos que esperar un par de horas hasta que el coche se llena. Mientras tanto descubro con tres niños que el cristal de un coche puede serun apañado tablero para jugar juegos inventados (y tirando a tontorrones). Por fin nos encaminamos por la nacional II, paralelos a las vías del tren que dejó de pasar. Buscamos en los campos Baobabs, pero no sabemos mucho de ellos a parte de que son grandes. Parece información suficiente para identificarlos y admirarlos desde el coche. Aún así nos viene la duda sobre a partir de qué tamaño se puede considerar un árbol grande. Y si los Baobas antes de ser tan grandes habrán sido pequeños. Llegamos a Louga sin haber resuelto este misterio de la botánica. El taxi nos deja en un sitio dónde por no haber no hay ni teléfono. Ante el paisaje aparentemente culodelmundista que nos recibe nos viene la duda de exactamente porqué hemos acabado aquí. Pero no la verbalizamos porque somos muy correctos. Y cogemos un taxi que nos lleva hasta el centro, donde en principio hay telecentres. El centro donde nos ha dejado (que parece el centro geométrico de la ciudad, porque es una rotonda con una gasolinera) , abunda en carteles de telecentre, pero una vez entras en los locales no hay teléfono. Cuando preguntamos por un hotel algunos ponen cara de poker y otros nos indican como llegar al Omar Bongo Complex. Tras un rato caminando llegamos a un complejo hotelero con los siguientes puntos a recordar.
1. Está vacío.
2. Puede ser que tuviera un pasado esplendoroso como complex, pero ahora solo tiene luz a ratos.
3. Nuestra habitación no tiene ventana (y la mayor parte del tiempo tampoco electricidad)
4. Una piscina vacía y un chiringuito desolado evocan antiguos cócteles al Sol (o abortados suegnos de promotores turisticos)
5. Lo que sí está frecuentado es un gimnasio, donde los jóvenes "lougareños" (gentilicio acuñado por Miguel en una de nuestras esperas) se musculan en la penumbra.
Salimos después de realizar este estudio pormenorizado del hotel. La ciudad tiene una avenida grande y asfaltada, a un lado hay farolas tumbadas sobre la arena que se oxidan mientras esperan que alguien las levante. Es viernes y la calle está llena de gente. Las chicas van coquetas, conjuntadas, pintadas y peinadas: preciosas. Decidimos seguir a un grupo esperando que nos lleven a una fiesta. Hablamos con ellas, no nos enteramos de nada, y vamos tras ellas sonrientes. No hay suerte. Acabamos de nuevo en la avenida de las farolas tendidas. Hay mujeres que preparan café touba con buñuelos. Se sientan con sus cosas sobre la tierra. Disponen banquitos en frente para los parroquianos. Y ahí vamos. El café touba es como una mezcla de café y té, o al menos a eso sabe. Los "lougareños"con los que hablamos son mayoritariamente afables. Nos explican que si, sentado en el extremo del banco, decides levantarte,harías bien en prevenir al que está sentado al otro lado, pues si no parroquiano y banco se caen al suelo. Casi, casi, nos montamos un caso práctico.
Sin haber provocado ningun incidente con el banco nos desplazamos por la Avenida, hay algo así como un torneo de damas. Los hombres juegan sobre esterillas situadas en el suelo, rodeados de un público con más o menos ánimo interactivo. Nos invitan a sentarnos en otro banco para observar una partida. Pasamos como un hora mirando el juego. Un señor diserta sobre las buenas que son las damas para desarrollar la inteligencia, otro aporta su opinión sobre las jugadas. Los chicos parecen bien tensos, miran a la platea irritados. Al final entendemos por qué: han apostado pasta y tanta interacción en las gradas no acaba de convencerles.
La noche se ha asentado. Una luna bien fina aparece boca arriba, como un cuenco. Algo más arriba, una estrella luminosa parece estar a punto de caerse dentro. Como las farolas reposan en el polvo, todo está oscuro, la gente avanza por la ciudad linterna en mano. Vamos hacia el "complex" y oímos música. La seguimos como perros de Paulov. Y nos lleva a una mezquita donde alguien ha puesto a todo trapo una cinta con rezos cantados. Las oraciones nos amargarán toda la noche. No creo que oír la voz distorsionada de un imam durante horas beneficie mucho a la espiritualidad de nadie.

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